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En el ámbito político, el enfoque psicológico suele ser menospreciado, cuando no ignorado. Especialmente en el caso de un individuo que ocupa un espacio de toma de decisiones que afectan a miles de millones de personas, el perfil psicológico no debe tomarse a la ligera.
Narcisismo, impulsividad y megalomanía
José Carlos Fuertes, doctor en medicina, especialista en psiquiatría clínica y forense, sostiene: “Trump posee una personalidad dura y combativa, capaz de generar un impacto emocional severo en quienes lo rodean. Su tendencia a ver el mundo en términos dicotómicos –amigos o enemigos– refleja un pensamiento rígido y una incapacidad para aceptar críticas”.
Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias, en nombre de la libertad. Simón Bolívar
Y sigue José Carlos Fuentes: “La megalomanía es otro componente crucial de su psique, manifestándose en su creencia de que tiene el poder de cambiar la realidad a su antojo. Esta percepción distorsionada de la realidad le permite ignorar las normas sociales y políticas”.
El especialista abunda señalando: “Trump presenta rasgos antisociales, como la falta de consideración por las consecuencias de sus acciones. Esto se evidencia en su escasa atención a las opiniones ajenas y su tendencia a actuar sin reflexionar sobre el impacto a largo plazo de sus decisiones. La incapacidad para reconocer o identificarse con las emociones ajenas es alarmante, especialmente en un líder que debe representar y cuidar los intereses de una nación diversa”.
Si bien es importante entrevistar a quien se describe, en el caso de un personaje público como Trump podemos considerar valioso este análisis.
Trump y su frente interno
La diferencia entre Trump y anteriores presidentes de los Estados Unidos es que él es cínico y explícito, mientras los anteriores fueron hipócritas y simuladores. Lo que todos tienen en común es que terminan sometiéndose al Estado Profundo –que se halla en manos de grandes corporaciones globales–, controlado por sionistas que gobiernan a los Estados Unidos desde las sombras, en función no de los intereses de los ciudadanos estadounidenses (lo que ofrece Trump, al menos en discurso), sino de las grandes corporaciones.
El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos. Antonio Gramsci
Respecto a su política de relaciones comerciales basadas en amenazas y aranceles, internamente se enfrenta a legisladores y empresarios corporativos con inversiones en otros países e importadores de productos y servicios.
Economistas reconocidos, legisladores federales, empresarios de sectores afectados por los aranceles que planteó a Canadá, México y China no tardaron en reprobar dicha medida señalando que tendría consecuencias inflacionarias y de freno al desarrollo económico nacional.
El Wall Street Journal editorializó el tema con el título “La guerra comercial más tonta de la Historia”. En esa línea, diversas organizaciones dedicadas al análisis económico señalaron que, de cumplirse la amenaza de aplicarles aranceles a Canadá, México y China, entre otros países, les costaría a los consumidores estadounidenses más de un billón de dólares a lo largo de los próximos 10 años.
El abogado mexicano Simón Levy-Dabbah, fundador de la Cátedra México-China de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ofrece una explicación de por qué Trump planteó aranceles del 10% a China y del 25% a sus principales socios comerciales: “Trump quiere que la inversión en su reindustrialización se dé en los Estados Unidos, no se dé en Canadá y México; con el 25% de aranceles, México pierde su ventaja por la relocalización (nearshoring) y al mismo tiempo motiva a las empresas radicadas en China –no pocas de capitales estadounidenses– a trasladarse a los Estados Unidos y no a México”.
Un poco de historia
Genocidios, invasiones, golpes de Estado, organización y financiamiento de grupos terroristas, saqueos, destrucción de países enteros y miles de millones de personas asesinadas son algunas de las acciones de los Estados Unidos en el mundo a lo largo de su historia en nombre de la “libertad” y su “seguridad nacional”.
En 1945, al término de la Segunda Gran Guerra, los Estados Unidos aportaban más del 50% del producto interno bruto global. En 2024, solo el 22%. El militar es el principal recurso de los Estados Unidos, pero el golpe mayor a la decadencia de los Estados Unidos como potencia hegemónica no será un enfrentamiento militar, sino la caída sostenida del dólar estadounidense como moneda dominante en el comercio y las finanzas globales, de los depósitos de bancos centrales del mundo en 1999 en dólares era del 71%, hoy es de menos del 60%.
Toda crisis es una oportunidad. Albert Einstein
Como todo imperio en la historia de la humanidad, el de los Estados Unidos acabará; no será mañana ni en años próximos, pero caerá, como todos los que lo precedieron.
Los Estados Unidos se resisten a reconocer que están perdiendo la hegemonía que obtuvieron al final de la Segunda Guerra Mundial. Hay muchos más datos en lo económico, lo político y lo social: a) en 2023 los Estados Unidos registraban 40 millones de pobres (12% de la población); b) según datos del Centro Nacional de Estadísticas Sanitarias, de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, el consumo de fentanilo cobró la vida de 107 mil 500 personas en 2023; c) el lavado de dinero en los Estados Unidos asciende a 100 mil millones al año, según la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen.
El contexto geopolítico y económico que enfrenta Trump
Groenlandia, Canadá, el Canal de Panamá, Gaza; la orden de imponer sanciones financieras y de visas a las personas y sus familiares de la Corte Penal Internacional (CPI) que ayuden en las investigaciones sobre ciudadanos estadounidenses o aliados de Washington, como Israel, y los disparates que ponga sobre la mesa en las próximas horas son solo una muestra de la política internacional de ignorar del marco legal internacional.
Nada de esto es casual. En las formas responde al perfil de Trump, pero el fondo del problema debe examinarse en el marco del cambio de época, en el contexto de un nuevo orden mundial en gestación desde hace al menos 20 años que lleva una tendencia –según datos verificables– irreversible.
En 2024, en su 16ª reunión, Brics dio la bienvenida a 13 países y se anunció que 30 naciones más manifestaron interés en sumarse a este bloque.
En 1992 la participación en el PIB mundial del G7 (integrado por los Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) fue del 45%; la de las naciones del hoy Brics del 16%.
En 2024 el G7 participó con el 30% y los Brics con el 35%.
Entre 2000 y 2023 los países del hoy Brics+ incrementaron su participación en las exportaciones mundiales del 10% al 23%, mientras la del G7 cayó del 45% al 29%. En términos de crecimiento económico, el Fondo Monetario Internacional (FMI) indicó que en 2024 el bloque Brics+ tuvo una tasa de crecimiento promedio del 3,6%, y el G7 del 1%.
Según los datos que proporcionan los organismos internacionales de referencia, como el Banco Mundial (BM) y el FMI, los Estados Unidos no pueden detener el crecimiento económico de China: China ahorra el doble que los Estados Unidos como proporción del PIB, invierte el doble que los Estados Unidos como proporción del PIB. La formación bruta de capital fijo de la economía de los Estados Unidos es de un 20% del PIB y la de China es del 45% del PIB. China tiene superávit comercial del orden de 700 mil millones de dólares al año; los Estados Unidos un déficit comercial mayor a un trillón de dólares por año. La deuda de los Estados Unidos es de 130% del PIB; la de China es del 75%.
Los Estados Unidos tratan a los países que lo permiten –o que no tienen más remedio– como subordinados, y a los que no como enemigos. Hoy su disputa no es solo con China, como se pretende hacer creer: es con Brics+, donde China tiene una posición de liderazgo junto a Rusia. Mientras los Estados Unidos buscan imponerse incondicionalmente, Brics+ no confrontan, promueven la colaboración solidaria y el ganar-ganar, lo que está mereciendo el interés de cada vez más países por sumarse al grupo que se está transformando en un nuevo polo de poder mundial multipolar, no hegemónico. Esta es la mayor preocupación de los Estados Unidos, ya que, con datos de 2023 (ver Tablas 1 y 2), Brics+ ya es el principal bloque económico mundial.
¿Qué le han dejado a México el Tlcan y el T-MEC?
Consultado sobre las relaciones con América Latina, Trump aseguró que “deberían ser geniales. Ellos nos necesitan. Mucho más de lo que nosotros les necesitamos a ellos. Nosotros no les necesitamos. Ellos nos necesitan. Todos nos necesitan”.
Tanto el Tlcan impulsado por Salinas de Gortari y puesto en vigor en 1994, como el T-MEC impulsado por Trump en su primer período presidencial, son instrumentos mediante los cuales los Estados Unidos imponen condiciones a México y Canadá.
¿Qué le ha dejado a México el Tlcan y el T-MEC? Un dato es revelador: la balanza comercial en el período 1994-2024, según datos del Banco de México, fue deficitaria en 172 mil 602 millones de dólares, y el crecimiento del PIB anual rondó el 1%.
Por el contrario, “en la etapa de desarrollo estabilizador, los 15 años que van de la devaluación de 1954 a 1970 se alcanzó un alto crecimiento económico de alrededor de 3,6% en términos per cápita, estabilidad cambiaria y bajas inflaciones de 2,5% en promedio, similares a las de economías desarrolladas. De 1958 a 1970 el crecimiento promedio anual del PIB fue de 6,8%, mientras que la producción industrial creció 8% cada año. Se trata de un período que también fue de crecimiento para las economías desarrolladas de 4% anual en términos per cápita, con una inflación de solamente 3,3% en promedio. Fue una suerte de época de oro del capitalismo, de la que México pudo participar gracias a sus políticas económicas internas”. Obviamente, el contexto mundial era otro, pero se destacaba la independencia y soberanía de México en la toma de decisiones.
La presidenta Claudia Sheinbaum convocó a mantener la cabeza fría y a analizar y actuar a partir de hechos firmes, ya escritos, y no en relación con los dichos de Trump, decisión acertada pero insuficiente a la luz de la insistencia en considerar positivo el T-MEC y el tener México más del 80% de su intercambio económico con los Estados Unidos, que debería considerarse un riesgo grave de dependencia a la luz de los resultados de 1994 a 2024 señalados, y planteando una visión estratégica de mediano y largo plazo.
El Centro de Estudios Estratégicos Nacionales, A. C. (CEEN), en su documento “Propuesta de agenda estratégica para profundizar la transformación de México” –entregado en mano a la presidenta Claudia Sheinbaum y a su coordinador de asesores– expuso que, al igual que con su antecesor, “con el T-MEC México no puede tomar medidas autónomas para promover la industria nacional con políticas de estímulos preferenciales a empresas de capital nacional, es decir, fuera del tratado, que permitan acompañar y promover el desarrollo económico del país, sin que sean objeto de controversia e incluso amenazas de intervención de cortes internacionales”.
“El T-MEC –insiste el CEEN– es un obstáculo para sustituir el modelo neoliberal por un modelo que perfile cabalmente los atributos de un Estado de bienestar con carácter nacionalista y humanista, conceptos que son contrarios a los términos de dicho tratado”.
“El T-MEC es un instrumento de dominación económica –y por consecuencia política– que regula un ‘libre mercado’ en beneficio de los Estados Unidos”.
En otras palabras, el Tlcan y el T-MEC han sido instrumentos neoliberales para transformar a México en una maquiladora de corporaciones estadounidenses y de otros países, que nada aportan al desarrollo nacional soberano. Por lo anterior, el T-MEC debe denunciarse y deberían tomarse las medidas necesarias para, en tiempo y forma, liberarse de la dependencia que implica.
¿Por qué Trump ofrece una oportunidad a América Latina y el mundo?
A raíz de lo expuesto, parece que México, América Latina y el mundo están ante un panorama sombrío. Pero, parafraseando a Albert Einstein, toda crisis es una oportunidad.
Los Estados Unidos siguen siendo la potencia hegemónica, pero su proceso de continua pérdida de dicha condición desde hace al menos 20 años es la causa principal del aumento de su agresividad. El Estado Profundo –en manos de las grandes corporaciones controladas por los sionistas– que gobierna al país desde las sombras, se resiste a asumir su lenta pero inexorable pérdida de hegemonía.
La disputa se está dando en tres frentes: el económico, el político y el cultural y propagandístico. En el militar hay una relativa paridad en materia tecnológica, y los Estados Unidos tienen la delantera por su falta de escrúpulos para generar terror y muerte. En el frente político los Estados Unidos están a la defensiva. Solo en el cultural y propagandístico lleva la delantera por su poder para imponer mitos (como el supuesto “fracaso del neoliberalismo” 2), verdades a medias y francas mentiras, gracias al control casi total de los medios de comunicación globales.
Obviamente, no se trata de adoptar una actitud maniqueísta. Es prácticamente imposible poner fin a la relación de dependencia con los Estados Unidos –con cualquier potencia– sin enfrentar graves consecuencias, pero sí debe asumirse dicha realidad y, en el marco del cambio de época, del nuevo orden mundial en gestación, generar las acciones objetivas para aprovechar las condiciones del proceso en curso.
En el caso concreto de México, geográficamente pertenece a América del Norte, pero histórica, política, cultural y económicamente pertenece al ámbito de la Patria Grande, América Latina. Como los demás países del mundo, especialmente los periféricos al sistema capitalista mundial –al que, es importante mencionar, también pertenece China, aunque como capitalismo de Estado–, se encuentra ante el desafío de no ser espectador sino activo participante del cambio de época, del nuevo orden mundial en gestación. Sin duda el papel que desempeñen otras potencias como China y Rusia será vital. La precaución y aparente tolerancia de estas frente a los Estados Unidos seguramente tiene que ver con la convicción de que los Estados Unidos están buscando una reacción que les permita escalar el conflicto en el ámbito militar, por la falta de escrúpulos que a lo largo de la Historia han hecho evidente sus líderes. Sin prisa y sin pausa, con inteligencia, todos los países que aspiran a un mundo mejor, justo y solidario deben dar la batalla en los tres frentes.
* Por Daniel Moser (Cientista político) – Cortesía del portal web Rebelión – https://www.rebelion.org
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